Al cumplirse tres años al frente del PP, el presidente ha pasado de marcar distancia con la extrema derecha a aceptar su presencia en las instituciones, reflejando un cambio ideológico en el partido.
Alberto Núñez Feijóo celebra tres años como líder del Partido Popular, y su desarrollo al frente del partido resulta especialmente visible al comparar sus intervenciones en los congresos nacionales. Uno de los cambios más notorios ha sido su postura respecto a Vox, un partido que ha modificado el panorama político español y con el que el PP mantiene una relación compleja.
En el congreso de 2022, cuando fue proclamado presidente tras la salida de Pablo Casado, Feijóo estableció claramente la diferencia con Vox. En ese evento, expresó su apuesta por una derecha “responsable, europeísta y moderada”, insistiendo en la necesidad de ofrecer una alternativa definida frente al PSOE y los extremos. “No somos iguales”, afirmó, buscando distanciarse no solo en formas sino también en propuestas del partido liderado por Santiago Abascal.
No obstante, en el congreso más reciente, Feijóo adoptó un tono más conciliador. En lugar de marcar distancia, hizo un llamado a respetar todas las fuerzas políticas con representación institucional, incluyendo aquellas identificadas con la “derecha más dura”. “Se puede discrepar, pero no se debe deslegitimar a quienes forman parte de las instituciones democráticas”, aseguró, en un mensaje interpretado como una estrategia para afianzar las alianzas que el PP mantiene con Vox en regiones y ayuntamientos.
Este cambio ha suscitado diversas reacciones. Desde la dirección popular aseguran que se trata de un ejercicio de realismo político y una forma de preservar la estabilidad institucional en las áreas donde gobiernan en coalición con Vox. Sin embargo, algunos sectores, principalmente los más moderados dentro del partido, temen que esta táctica pueda debilitar la identidad del PP y alejar a su electorado de centro.
El cambio de enfoque también responde a un contexto político más amplio. La fragmentación del voto a la derecha y el sistema parlamentario español obligan al PP a contemplar pactos con Vox si quiere competir seriamente con el PSOE a nivel nacional. Aunque Feijóo ha evitado formalizar acuerdos con Abascal en el Congreso, la colaboración en gobiernos autonómicos como los de Castilla y León, Comunidad Valenciana y Aragón marca una continuidad en esta estrategia.
Expertos políticos coinciden en que este ajuste en el discurso responde a una táctica deliberada. “Pretende consolidar el voto de la derecha sin descartar pactos postelectorales”, explica una fuente cercana a la dirección popular. No obstante, alertan sobre el peligro de normalizar discursos que antes se consideraban fuera del consenso democrático, especialmente en asuntos como la violencia machista, la memoria histórica o la inmigración, donde Vox mantiene una agenda propia.
En resumen, el cambio discursivo de Feijóo evidencia la disyuntiva que enfrenta el PP al intentar liderar una alternativa mayoritaria al Gobierno de Pedro Sánchez: ¿puede hacerlo sin contar con Vox? Y si no es posible, ¿qué coste político está dispuesto a asumir el partido?
Por el momento, Feijóo opta por un equilibrio que busca proyectar moderación a la vez que reconoce, aunque sea indirectamente, a sus aliados conservadores. El futuro y los resultados electorales indicarán si esta estrategia logra mantener cohesionada a la base electoral o si provoca nuevas divisiones internas.
