Lo que debía ser una jornada solemne, marcada por el respeto a las tradiciones de la Semana Santa malagueña, se convirtió en un espectáculo digno de campaña electoral gracias al eurodiputado de ultraderecha Alvise Pérez, quien decidió rechazar el palco de autoridades durante el desembarco de la Legión para protagonizar su propio show callejero.
En lugar de ocupar su asiento institucional como representante del Parlamento Europeo, Pérez —líder del partido antisistema Se Acabó La Fiesta— optó por pasearse entre la multitud, provocando escenas caóticas de griterío e histeria. Cientos de simpatizantes por las calles coreaban “¡Presidente!” mientras él respondía sonriente, como si se tratara de una estrella de rock y no de un representante público.
Lo más lamentable, sin embargo, fueron sus declaraciones. Según testigos presentes, Alvise justificó su rechazo al palco con una frase tan altiva como incendiaria a los representantes del resto de partidos:
“No quiero mezclarme con chusma como vosotros, que lleváis 35 años comiendo de la política.”
Una afirmación que, de confirmarse, no solo sería profundamente ofensiva para el resto de representantes públicos —elegidos democráticamente—, sino también una muestra más del desprecio que el líder de SALF profesa por las instituciones.
Lo que muchos califican como un “baño de masas” fue, en realidad, un ejercicio de narcisismo político cuidadosamente coreografiado, al más puro estilo populista. Sin cobertura mediática convencional —como tanto le gusta presumir—, Pérez volvió a capitalizar la desinformación en redes para construir la imagen de un político “del pueblo” mientras denigra sistemáticamente al resto del sistema democrático.
Este tipo de comportamientos, que erosionan la liturgia institucional y convierten actos tradicionales en plataformas de autobombo, están lejos de ser anecdóticos. Forman parte de una estrategia calculada que busca polarizar, dividir y, en última instancia, dinamitar la convivencia desde dentro del sistema que dice combatir.
Málaga merecía respeto. No un mitin improvisado entre saetas y legionarios.
