La inquietud de los vecinos y la falta de control en el mercado inmobiliario han llevado a los ayuntamientos de toda España a reforzar las medidas contra la proliferación de pisos turísticos. Desde las grandes ciudades hasta municipios de tamaño medio, las autoridades locales aplican restricciones que incluyen moratorias, delimitación zonal o incluso vetos, intentando contener una tendencia que consideran insostenible.
El auge de las viviendas destinadas al alquiler turístico, impulsado en buena parte por plataformas digitales, ha modificado numerosos barrios tradicionales, elevando los costes de los arrendamientos y afectando la convivencia diaria. En reacción, los alcaldes han iniciado una batalla que varios califican de complicada, debido a la ausencia de una regulación estatal uniforme y la dificultad para supervisar el cumplimiento de las normas locales.
Las multas económicas se han convertido en una sanción común, pero también se aplican soluciones más severas, como la protección explícita de edificios habitados por familias residentes o la zonificación que limita la cantidad de licencias para uso turístico. No obstante, los efectos son variados y no siempre logran frenar eficazmente este fenómeno.
A pesar de estos esfuerzos, numerosos ayuntamientos admiten que la presión del mercado y los vacíos legales continúan favoreciendo la expansión de estos alojamientos. La necesidad de coordinar acciones entre las distintas administraciones se torna cada vez más imprescindible, mientras el debate sobre el modelo turístico y el derecho a la vivienda gana relevancia en la agenda pública.
