El panorama político en Siria ha experimentado cambios recientes que han captado la atención mundial, particularmente la de Israel, interesado en la región desde hace décadas. El ataque del pasado verano a un edificio del ministerio de Defensa en Damasco puso de relieve esta atención y reflejó la complejidad del escenario actual tras el fin del régimen Asad.
Desde el 7 de octubre de 2023, se ha iniciado un nuevo período de conflictos y tensiones en la zona, con la participación israelí dejando consecuencias palpables. Este proceso no solo involucra una pugna interna por el poder, sino que la situación regional —que abarca la caída de Bachar al Asad, los enfrentamientos en Gaza, y las tensiones con Irán y Hizbulá— ha modificado profundamente la dinámica en Siria.
El barrio de Mezzeh, al oeste de Damasco, refleja las secuelas de ataques previos al colapso del régimen. Antiguos consulados y estructuras consideradas centros de influencia iraní han sido destruidos como parte de una táctica israelí para debilitar a sus oponentes. Los bombardeos estuvieron dirigidos a objetivos vinculados a grupos como la Yihad Islámica y Hizbulá, que lograron fortalecerse bajo el antiguo gobierno.
El próximo cambio en la dirección interina siria ha abierto dudas respecto a la seguridad en la frontera con Israel. Ahmed Al Sharaa, antiguo miembro de Al Qaeda con un perfil sunita, ha emergido como una figura clave. Israel mantiene una vigilancia estricta sobre él, tratando de preservar un equilibrio estratégico y evitar la consolidación de extremistas cercanos.
Las operaciones militares israelíes se han intensificado tras la captura del Monte Hermón, desde donde se tiene una posición estratégica con vista a Damasco. Esta situación genera preocupación entre los habitantes locales, quienes expresan su temor a una escalada bélica con cada movimiento de las fuerzas israelíes. Los testimonios recogidos revelan una creciente ansiedad por la inestabilidad continua.
En la provincia de Sueida, las tensiones sectarias han aumentado el enfrentamiento entre las nuevas autoridades y el Estado israelí. Israel ha argumentado que sus ataques responden a la protección de la comunidad drusa frente a la violencia sectaria, aunque esta postura se interpreta en términos más amplios: muchos consideran que Israel intenta sacar provecho de la fragilidad siria para expandir su influencia.
Las minorías religiosas, como drusos y alauitas, enfrentan amenazas crecientes y se ven en la necesidad de buscar protección, incluso de antiguos adversarios. La percepción de un apoyo internacional insuficiente ha llevado a varios grupos a aceptar la intervención israelí como un mal necesario. Esta realidad destaca la complejidad del conflicto sirio, marcado por la ausencia de acuerdos claros y donde cada comunidad prioriza su supervivencia.
A pesar de los esfuerzos del gobierno sirio por mejorar su imagen y atraer respaldo internacional, las relaciones con Israel continúan siendo tensas. Se han intentado negociaciones para alcanzar un alto al fuego y un pacto de seguridad, pero los avances se complican debido a las demandas israelíes de un corredor humanitario que Siria no acepta.
Tras catorce años de conflicto, la necesidad de un acuerdo de paz y reconstrucción es imperativa. La población, fatigada por la guerra, anhela estabilidad y normalización de las relaciones, aunque los profundos resentimientos y desconfianzas dificultan la consecución de este objetivo. Un eventual acuerdo podría conllevar tanto esperanza de paz como temor a futuras agresiones.