La creciente inestabilidad en Europa del Este ha llevado a Polonia a implementar medidas excepcionales para salvaguardar su territorio. El Gobierno polaco ha desplegado miles de efectivos militares para proteger infraestructuras esenciales —como líneas ferroviarias, puentes, refinerías y centros energéticos— tras una oleada de sabotajes atribuidos por las autoridades a la inteligencia rusa.
La Fiscalía investiga numerosos ataques ocurridos este mes contra la línea ferroviaria Varsovia-Lublin, un corredor estratégico que conecta directamente con la frontera ucraniana y es utilizado diariamente tanto por trenes que transportan ayuda militar como por miles de viajeros. Estos actos están siendo tratados como terrorismo vinculado a Moscú.
Ucranianos al servicio de Rusia
Aunque las acciones señalan a Rusia, los presuntos ejecutores no serían agentes rusos directos, sino ciudadanos ucranianos presuntamente reclutados por los servicios de inteligencia de Moscú. Según las autoridades, operaban a cambio de pequeñas remuneraciones, pagadas incluso en criptomonedas a través de canales seguros en Telegram.
De los cuatro detenidos —residentes en Polonia y originarios del Donbás ocupado— solo uno ha sido imputado, únicamente por ocultar documentos, incluido un pasaporte ruso. Los demás fueron liberados por falta de pruebas, lo que ha generado tensiones entre la Agencia de Seguridad Interior (ABW) y la Fiscalía. Desde la ABW, consideran que la ausencia de cargos formales debilita la respuesta del país en medio de esta guerra híbrida.
Hybrydowa: el concepto que preocupa a Polonia
El término hybrydowa —guerra híbrida— se ha establecido en el discurso político y social polaco. Expertos advierten que Rusia podría estar en una «fase cero»: ataques de baja intensidad que no provocan una reacción militar directa pero que desgaste al adversario y generan divisiones internas.
Los sabotajes buscan no solo ralentizar el tránsito de armas y suministros hacia Ucrania, sino también fomentar la desinformación y aumentar tensiones sociales. Polonia alberga una de las mayores comunidades ucranianas en Europa, y la identificación de los responsables como ucranianos ha impulsado discursos de la ultraderecha que asocian a los refugiados con amenazas a la seguridad nacional. Observatorios polacos han detectado que en redes sociales proliferan mensajes que responsabilizan a «los ucranianos» en general más que a la influencia rusa detrás de estos ataques.
Conflicto institucional y creciente inquietud
La operación militar de protección, llamada Horyzont, representa un cambio importante en la estrategia defensiva de Polonia, ya que por primera vez el ejército participa sistemáticamente en la vigilancia del interior del país.
Grzegorz Cielak, experto en prevención antiterrorista, señala que los servicios rusos cada vez emplean más intermediarios ucranianos, aprovechando su vulnerabilidad y la presión ejercida a través de familiares en territorios ocupados. Los pagos, comenta, son «insignificantes» en comparación con el potencial daño causado.
Mientras tanto, el Kremlin niega cualquier implicación en los sabotajes y acusa a Polonia de «rusofobia». No obstante, analistas occidentales niegan la inocencia rusa. Darrell Blocker, exdirector del centro de entrenamiento de la CIA, declaró al medio polaco Onet que estos ataques están «lo más cerca posible de lo que llamaríamos una declaración de guerra sin realmente querer declararla contra la OTAN».
Perspectivas inciertas
El ambiente de tensión aumenta mientras Estados Unidos intenta reactivar las conversaciones de paz entre Moscú y Kiev. La próxima visita del enviado estadounidense Steve Witkoff a Rusia genera expectativas, aunque en Varsovia predomina la prudencia: Polonia teme convertirse en un posible blanco del Kremlin sin que necesariamente haya un conflicto abierto.
Por el momento, la nación mantiene la alerta, reforzando su capacidad de reacción ante cualquier agresión encubierta en un contexto europeo cada vez más inestable.
