La activista ucraniana Lyudmyla Kozlovska, presidenta de la Open Dialogue Foundation, advierte que realizar elecciones en Ucrania en medio del conflicto bélico implica importantes retos de seguridad, especialmente frente a posibles ciberataques y manipulación informática provenientes de Rusia. “Apoyo que se celebren elecciones en Ucrania, pero la principal cuestión es cómo garantizar su protección”, declara.
Durante el fin de semana participó en Berlín en el World Liberty Congress, evento que reunió a más de 150 activistas de 60 países con el objetivo de sincronizar acciones contra regímenes autoritarios. Su trabajo se enfoca en denunciar el uso indebido de las leyes para la prevención del lavado de dinero como medios para perseguir políticamente.
Una trayectoria marcada por la presión rusa
Nacida en 1985 en Sebastopol, Crimea, Kozlovska creció en una ciudad oficialmente ucraniana pero con fuerte influencia cultural rusa. “No existían libros en ucraniano ni bibliotecas, y yo sólo deseaba leer poesía y debatir literatura; en Sebastopol era prácticamente imposible”, relata. La presencia militar rusa mantenía un estricto control sobre la vida pública.
La represión soviética dejó un legado en su familia: su abuela fue considerada “enemiga del Estado” y deportada a campos en Arjángelsk y Karaganda. “Esa memoria me acompañó mientras crecía”, comenta.
Su compromiso social comenzó temprano. Participó en la Revolución Naranja de 2004 y en las protestas de Maidán en 2014, rechazando las teorías conspirativas que rodean estos hechos: “No fue un golpe de Estado ni obra de George Soros o del Departamento de Estado de EEUU. Fui yo, mi familia, mis amigos… fue el esfuerzo de miles de ucranianos”.
Crimea: un territorio que desea recuperar
Kozlovska indica que en Europa se ha asentado la idea de que Crimea nunca regresará a Ucrania, pero ella considera que es cuestión de tiempo y capacidades geopolíticas. “Observamos muchas represiones; donde existe represión, hay vida que se intenta controlar”, señala.
Reconoce que el retorno del territorio podría provocar tensiones con la población mayoritariamente rusa, por lo que insiste en la necesidad de implementar una política lingüística flexible, que evite estigmatizar a las personas que hablan ruso: “Usar este idioma no debe ser motivo para culpar a nadie”. Aun así, reconoce que esta opinión puede resultar polémica dentro de Ucrania.
Actualmente, explica, muchos evitan hablar ruso no por discriminación del Estado, sino porque nadie desea vincularse con los actos atroces asociados a Rusia. Sin embargo, insiste en que la lengua sigue siendo “un código válido”, que emplea para comunicarse con activistas de Asia Central y para registrar violaciones de sanciones.
Amenazas, exilio y compromiso
Por razones de seguridad reside fuera de Ucrania. En 2018 fue catalogada como “amenaza” en Polonia, Kazajistán y Moldavia, y llegó a ser seguida por hasta 18 personas. “Recibía amenazas de muerte constantes”, recuerda, aunque confía en que pronto podrá regresar a Europa sin temor.
Maintiene un optimismo firme respecto al futuro de Ucrania: “Estoy segura de que Ucrania triunfará”. No obstante, advierte que la etapa posterior al conflicto será compleja: “La recuperación será difícil. La guerra deja cicatrices físicas y emocionales que formarán parte de nuestra historia, y generaciones tendrán que transitar procesos de rehabilitación… es algo inevitable”.
